domingo, 7 de agosto de 2016

Trescientos setenta y nueve: la vida por el sol

quiero destruir todas las mayúsculas porque lo único mayúsculo es el sol.
porque el sol es epifanía*, alimento para los días, para las noches electroluminescencia. ahora apago la luz y brillo en la oscuridad. todo sol garantiza vivir incluso en la negrura.
el sol que te cae encima de la cara desparramado, el sol que te peina descontrol en bicicleta, su olor en la ropa del que abrazás cuando llegás, el sol en los ojos nubarrón.

los lagartos reposan sobre una superficie levemente inclinada para que nos rayos caigan no tan perpendicularmente no tan perfectos. y aquellos perros, mirá cómo juegan, cómo se huelen, qué fácil es para ellos. esa empatía animal. pero todos al fin frente al sol meneando celularmente (cómo me gustan los adverbios, todo lo pueden transformar con la mente). 

yo no sé si hay otro lado, a veces necesito creer que sí, que ahí se están preparando cosas para despertarnos de este largo sueño de invierno, de este letargo reptil. a veces creo también
que el sol
el sol nos da poderes.
de eso estoy segura.

(afuera está toda podada la sesenta y eso es ya una esperanza)

*manifestación de una cosa
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