sábado, 23 de enero de 2016

Trescientos setenta y ocho: La casa vacía

De enero me gusta el tiempo elástico, el día largo, la noche cálida, el silencio de las calles, los negocios cerrados, el bosque desalojado, el aroma a césped recién cortado. La casa vacía. Me gusta levantarme bien temprano, alzar la cortina para que entren las chicharras a la habitación. La música de los discos -los discos del verano- ocupando las habitaciones, el hall, fugándose por las ventanas y el balcón. Me gusta desvestir todos los instrumentos, rodearme de orquesta, subirme al auditorio de la mente, tirar pasos diagonales. Cuando la casa se queda vacía y solo estamos la casa y yo y la música y la gata siento cómo respira el espacio del no tiempo. Creo que estamos todos y no hay ninguno. Todos y ninguno. Cosmos.
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