martes, 8 de septiembre de 2015

Trescientos setenta: Florece

Allá por el 2009, la música vino y creí, espiritualmente creí en la música. Me envalentoné, quise correr carreras como un caballo domesticado quise correr y corrí más de lo que pude y cuando quise ver la música había quedado atrás y el deseo en la cueva caído, quedado. Hace un mes, desempolvé la herida y me besé las manos y abracé el piano y a cualquier hora, pianisimo y pedal, cabalgué otra vez el deseo otra vez. Me enchastré las manos de placer, me envolvió el sonido y el amor que le tengo, ese infinito celestial, esta locura que no conoce el tiempo, en la habitación a solas, en el magma de uno mismo, cuando desaparece todo y solo queda la música y solo quedás vos, este amor desmedido que te tengo, piano, este amor inefable no conoce palabras.
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1 comentarios:

I. dijo...

es hermoso este

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