jueves, 25 de junio de 2015

Trescientos treinta y seis: A los 30

A los 30, me encontré descubriendo que el sentido siempre errático puede durar un poco más si lo enlazo a la escritura, al menos por un rato, por si acaso, mientra escribo. Al menos eso. Me encontré con gotas para los ojos, aspiradores para la nariz, pastillas para la sangre y mis grandes y mañosos malos hábitos.
A veces me escucho decir 30, como hoy a la secretaria del doctor, me escucho y digo: mierda. Me siento tan pequeña a la vez como si mirara apenas por encima del mostrador. El doctor me dice que va a decirle a mis padres que estoy flaca. Me da risa, él se pregunta porqué. Me mete un tubo por la nariz que me llega hasta la garganta y después me muestra lo lindas que son las cuerdas vocales.
Me miro en el espejo, me miro las canas y Jujuy, mirame dónde estoy ahora. Soy el despiste perseguido.
Pienso si todos se sentirán así cuando dicen su edad frente a un mostrador. Me importan los otros. No sé cuánto tiempo más, quizá sea para siempre o para nunca. Tengo 30. Es abismal y etéreo. Quiero arrojarme sobre las palabras porque los números son también palabras.
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1 comentarios:

I. dijo...

cuando yo tenía 30 aproveché a decirlo todo lo que pude, suena bien, es redondísimo: te rein ta
ya 31 no tiene tanta gracia

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