viernes, 21 de julio de 2017

Trescientos noventa y cuatro: Como esos peces que brillan

Como esos peces que brillan en la oscuridad del océano. En el medio del tsunami de la vida emprendedora, colaborativa, mi mente tramita paquetes de cigarrillos como costos variables del armado de subsidios en tiempos de deadline y programas de formación, también, a contratiempo.
Dos semanas llenas de adrenalina bilingüe son el enlace a personas y horizontes nuevos. Me gustan los efectos especiales de lo impredecible. Ya sé que yo deseo fuerte. Eso ha sido a veces un problema. Resulta que ahora desear ya no es suficiente. Todo deseo viene con sus planes y estrategias para hacerlo posible. Cantidades de ideas, nuevos amigos, movimientos sobrenaturales. Sin duda.
No puedo elegir una sola cosa, son montones.  Pero en el intervalo espontáneo previo a dormir, el resumen, el excel mental, siempre me da positivo, excedente. Excelente. Y lo que más me alimenta esta alegría electroluminescente es sentir la comunidad.  No cualquier comunidad, la más próxima, la eventual también. La fantasía de las cosas reales. Porque está bien si lo pienso, pero es terriblemente bueno si lo vivo.
Todos los días llenos de bandas sonoras.
Como esos peces que brillan sumergidos.
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