jueves, 15 de junio de 2017

Trescientos noventa y uno: Lo importante y lo urgente

Dicen que es una epidemia. Me dijo K. por el chat hoy, "una epidemia que afecta a jóvenes y adultos". Sí, es una gripe, no es para tanto pero aprovechando la caída, repaso mi existencia con el impacto que produce detener de golpe algo que viene a mucha velocidad. Mi vida. La vida contemporánea.
Hace varios meses que "lo importante" y "lo urgente" vienen apareciéndose como dos dimensiones que compiten entre sí. En el devenir de los días todo parece ser más bien "urgente". Responder mails, mensajes, reuniones, resolver cosas, ir al supermercado, ir a las fiestas también. Todo es tan veloz -el tiempo es veloz, decían los Serú- que no puede verse el paisaje ni la profundidad de las cosas.
(Ya sé, hay cierta nostalgia, estoy apestada, estoy algo sensible).
La cuestión es que al caer en cama, por ejemplo, uno ve delante de sí la corriente de las cosas "urgentes". Besito chau, nos vemos en el corso. Las ves pasar, son un montón. De pronto se ven algo obsoletas. ¿Qué es la suma de esas cosas? Una inercia. Punto.
Lo bueno de estar acá hace varios días haciendo el huequito en el colchón es que puedo distinguir en esa inercia algunas cosas "importantes". Nada garantiza que mañana me levante y me vuelva a tomar el tren bala de la vida contemporánea, pero bueno acá estamos haciendo el intento de otras cosas.
De repente, ves la peli proyectada, esto sí, esto no. De acá debería bajarme pronto. Y en esa prepotencia de las cosas urgentes, dibujás un caminito más o menos distinguible. Si tenés un papel por ahí, un lapicito caído al costado de la cama, hasta llegás a dibujar el mapa de la cosa. Y por un rato viene como un alivio de una profundidad natatoria. Al fin parece que la pileta es olímpica y tenés brazada para rato, y no estás hiperventilada, cuasi ahogada en la propia vida.
La gripe tiene sus cosas. Reguero de pañuelos, la canilla libre, la voz gangosa. Pero entre tanta congestión también aparece la quietud. Paradoja.


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