martes, 28 de febrero de 2017

Trescientos ochenta y siete: Los Carinios

Hay un amor enfrente que me cocina pastel de choclo sin procesar. A grano entero como el corazón.
Cuando llego me saco las zapatillas mojadas de carnaval, me siento a su mesa como su hija pequeña -aunque ellos dos son más chicos que yo-. Me siento a la mesa de Los Carinios. Me dan su vino de beber, me cuentan una y otra vez la historia de cómo se conocieron en el medio de un huracán. No hay casi diferencia en sus versiones. No hay roces. Pienso cuan perfecto, será esto posible. Pastel de choclo, ella repite, sin procesar, carinio. Él la mira como si fuera un ángel mientras ella pone su vestido en la boca del aire acondicionado, y se infla como un globo arostático. Treintaytresgrados a la sombra.
Me dan una picada de su amor. Pienso que, cuando llegue, será un auténtico casamiento de esos donde no importa el decorado, solo David Bowie y fiesta eterna. Pocos de estos conocí, pero que los hay los hay, y tienen tanto que rebalsan para que otros beban de ahí.
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