miércoles, 16 de agosto de 2017

Trescientos noventa y seis: Las bicis en el cielo

Me desayuné el robo de mi bici esta mañana. Salí con el tiempo justo porque la mañana me coquetea fuerte para seguir durmiendo. No tuve casi reacción. Mi corazón apenas se movió de lugar. No sé si por efecto del yoga (que hace una semana que no practico), el interludio de eclipses o la insensibilidad y punto. Asumo que es una posibilidad mientras sigamos viviendo en este mundo. Exagero capaz. Quise llorar después pero no tuve mucho tiempo y llorar en la vía pública me cuesta un montón más que llorar en mi casa, que ya de por si me cuesta.
En las esperas de los varios colectivos y subtes que esperé -porque el robo justo coincidió con el hecho de que estoy viajando a Capital- recordé las otras veces en las que me robaron mis bicicletas: La Hilaria, primero; La Gloria, después.
La Hilaria fue robada del poste de un edificio donde trabajaba. Recuerdo que salí a comprar comida y pasé rápido por el poste. Hice dos pasos y volví a ver lo que pareció ser una visión de la ausencia. Efectivamente no estaba. Un amigo me llevó ese mismo día a comprar una nueva (vieja) en esos impulsos que yo tengo, así la conocí a La Gloria. No era linda, ni estaba buena, pero con el tiempo me encariñé y no tuve mucho tiempo de hacer el duelo por la otra.
Años más tarde, tuve una cita en un cine. También a esa la dejé en un poste. A la salida de la película, ya no estaba allí y mi cita debía continuar a pesar de ella. Tampoco lloré esa vez, sólo me emborraché y después me tomé un remis para no sentir la falta.
La última, la que se llevaron hoy o ayer, quién sabe, no tuvo nombre, pero tenía una sillita pequeña que mi sobrino nunca usó. La conseguí por internet y la fui a buscar a un barrio en Los Hornos. Estaba destruida pero me cayeron bien los dueños así que se las compré y cargué en mi auto. La enchulé bastante y se dignificó. Habíamos empezado a querernos bien pero la descuidé. La dejaba siempre suelta en mi garage, creyendo en la buena voluntad o en la libertad.
Hoy, además de recordar, me culpé por ser tan freelance.
A vuelta de todo el trajín, fui de nuevo al garage con la esperanza de que hubiese vuelto, rota, desvalida o entera. Al menos una nota o algo. Nada.
Todas las bicis en el cielo de las bicis apropiadas. Tiempo de eclipse. Me quiero ir a Uruguay.
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