domingo, 14 de agosto de 2016

Trescientos ochenta y tres: Implacable

Hay cierta manía que nos pone frente a frente con nuestra desidia. Es sumamente contradictorio pero es así. Como la serpiente que se muerde la cola, la manía se vuelve desidia al final. Por eso manía, manija, maní y sus derivados no son nunca un camino hacia la construcción sino más bien hacia la explosión. La perfección es infinita. Y lo infinito es abominable. No es muy difícil la ecuación pero si uno está justo en el medio entonces sí que la cosa se vuelve implacable laberinto.
Propongo, en estos casos, separarse virtualmente de la bipolaridad que habita ahí. Confío en que ambos polos se contienen como dice el yinyang, solo hay que saber combinarlos en la medida del equilibrio, tan escaso en estos tiempos de contemporaneidad. Propongo suspender el binomio por un rato montando un artilugio que distraiga la atención de ahí. El artilugio quizá sea la nada, el todo. 
El artilugio es la trampa que uno se hace para sortear sus propios cortocircuitos. 

Share/Bookmark

0 comentarios:

Publicar un comentario