Salí tranqui, puse tercera con confianza, después del finde que pasó ya no le temo y el auto así es más feliz. Fueron pasando los temas y fue creciendo la intensidad del canto. Bajé las ventanillas y dejé que el aire caliente me tocara la cara. Iba llegando mi adolescencia y los perros no se me tiraban a las ruedas. Todo era tan perfecto como Telma y Luisa. Delante de mí, el espacio se abría como en el cine 3D. Se abrían los árboles, los autos estacionados y las bicis se abrían. Y en eso llegó, tus regalos deberían de llegar y encontré una tercera voz espontánea, así como si nada, sin esfuerzo. Nada invitaba a bajarse, los regalos llegaban de aquel lado del mundo donde habitan las voces que salen cuando uno pone tercera.
lunes, 17 de noviembre de 2014
Trescientos diecisiete: Conducir hace bien
No puedo conducir si no es con un disco sonando. Hoy me subí al auto y decidí abandonar aquél que bautizó mis primeras salidas y probar con el compilado de Fito Páez. Un remís obstruía la salida pero Dale alegría a mi corazón me dejó llenarme de paciencia y evitar la bocina.
Salí tranqui, puse tercera con confianza, después del finde que pasó ya no le temo y el auto así es más feliz. Fueron pasando los temas y fue creciendo la intensidad del canto. Bajé las ventanillas y dejé que el aire caliente me tocara la cara. Iba llegando mi adolescencia y los perros no se me tiraban a las ruedas. Todo era tan perfecto como Telma y Luisa. Delante de mí, el espacio se abría como en el cine 3D. Se abrían los árboles, los autos estacionados y las bicis se abrían. Y en eso llegó, tus regalos deberían de llegar y encontré una tercera voz espontánea, así como si nada, sin esfuerzo. Nada invitaba a bajarse, los regalos llegaban de aquel lado del mundo donde habitan las voces que salen cuando uno pone tercera.
Salí tranqui, puse tercera con confianza, después del finde que pasó ya no le temo y el auto así es más feliz. Fueron pasando los temas y fue creciendo la intensidad del canto. Bajé las ventanillas y dejé que el aire caliente me tocara la cara. Iba llegando mi adolescencia y los perros no se me tiraban a las ruedas. Todo era tan perfecto como Telma y Luisa. Delante de mí, el espacio se abría como en el cine 3D. Se abrían los árboles, los autos estacionados y las bicis se abrían. Y en eso llegó, tus regalos deberían de llegar y encontré una tercera voz espontánea, así como si nada, sin esfuerzo. Nada invitaba a bajarse, los regalos llegaban de aquel lado del mundo donde habitan las voces que salen cuando uno pone tercera.
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