viernes, 31 de julio de 2015

Trescientos cincuenta y cinco: La ópera -Toma 2

Hoy a fui a ver Otello, un dramón. El amor es una poesía que acaba en la muerte. Creo es que es perfecto pese al desenlace. Los cantantes desvisten sus voces desde cualquier posición corporal. Dos amigos hacen de sirenos en las esquinas del escenario. Todo está lleno de colores y destellos, efectos especiales. No sé realmente dónde poner la vista chuleta que tengo, si en la letra o en la escenografía,en el vestuario o en la música. Siempre me pierdo algo. Me admiro de la resistencia de esas voces sonando durante tres horas seguidas, por lo menos. Es anacrónico pero no deja de ser espectacular. Por momentos, cabeceo y vuelvo, me inquieto, se me caen las llaves, el programa, suena un celular en otra parte en la misma tonalidad. Se le cae la baba a mi percepción. Quiero quedarme con algo pero todos son peces que pasan y se van, y no me queda ni una frase, solo un collage. Rezo soñar con esto. Rezo soñar espectacularidad.
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miércoles, 29 de julio de 2015

Trescientos cincuenta y cuatro: No me gustan los pibes cancheros

En este tiempo que corre maratones, me cruzo cotidianamente con pibes cancheros. Pibes que no hacen puchero, ni muestran la hilacha. Pibes chiquitos agrandaditos que no llegan a la altura de la mesada. Pibes que se muestran bajo control, seguros de sí mismos en apariencia. Yo no les creo. Para mí son grandes moluscos, blandengues, llenos de esa soberbia tan propia del macho alfa. Yo prefiero más bien la gente verdadera, la sed verdadera que se muestra sin tapujos. Creo en la frescura, por más áspera que sea. Limón partido al medio.
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domingo, 26 de julio de 2015

Trescientos cincuenta y tres: La Gloria se fue

¿Quién te estará montando en estas horas Gloria?
Ya no estás en el poste donde te dejé antes de entrar al cine, solo está la cadena que te puse pero vos sos del mundo, no sos mía, ya no más. Todos los colores que te pensé no los tenés, ni los tendrás. Ya no sos mía, Gloria, ya no más. Te crecieron alas. Un ciclo terminó para las dos. Pero no estoy triste, sé que las cosas tienen su curso o lo tendrán. Nada puedo hacer. Ya no estás en ese poste, ya no más.
Pido un fernet para compartir en un bar al que nunca fui, no hay objeciones, hay fernet para compartir. Todo lo demás está ahí. Vos en las calles, con otros cuerpos, vos, lejana, quizás otro día nos encontremos en otra tienda y te reconozca y me reconozcas y otras noches atravesemos la ciudad. La rueda delantera estaba baja, costará, costará. Otras bicis vendrán.
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Trescientos cincuenta y dos: Lo que sobrevive es claridad

Cuando yo tenía 13 años toqué una guitarra por primera vez. No sé bien qué me impulso, quizás los amigos de papá guitarreros trasnochados, las serenatas, las peñas, todo eso. Desde entonces, voy y vengo, como de todo, de eso. Es un lugar al que sé volver, como el bosque a tres cuadras, y a veces, cuando estoy sola, puedo babearme y tocar hasta que las yemas de los dedos me dicen pará y otras veces más. Le aplico fuerza y deseo, me gusta cómo suena, se desviste el sonido en la inmensidad del estar solo. No tengo pretensiones, me basta con eso. Los domingos se transluce un nuevo sonido, tal vez un ritmo, me anestesia la mente.
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viernes, 24 de julio de 2015

Trescientos cincuenta y uno: La voz humana

Tu casa, paraíso lleno de libros. La poesía, los nuevos poetas, los eslovenos, el coreano, los descubrimientos argentinos. Un té earl gray, una sopa de plato principal, una sopa con jengibre y manzana, una casa, tu casa, un hogar, sos de cáncer, mi ascendente. Todo el tiempo, todo el tiempo ese olor a lugar conocido, olor a calor, a desde siempre y ahora, por siempre ahora. Presente. Tu casa, los almohadones, el baño gigante, los libros en la bañera, los azulejos no me acuerdo de color eran. El silencio, su brevedad, el abismo. Por fin,
la poesía nacida cada noche de nuevo cada nuevo decir. Lo infinito. Esa voz humana.
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miércoles, 22 de julio de 2015

Trescientos cincuenta: Con sólo mirar, un huracán.

El tiempo es una quimera. La felicidad no lo es. Quiero escribir sobre él, pero es imposible escribir sobre lo inquieto. Mi corazón es un caloventor cuando lo veo, aunque mis manos son dos heladeritas. Intento cambiarlo. Al principio, se deja, luego se empieza a contornear. Todo viene bien hasta que le pongo las manos encima. Tiemblo un poco, el deseo me agita. Entra a llorar, me desespero, pero acciono, se moja, me moja las manos. Lo miro a 30 centímetros para que me vea. Deseo ferviente de que él recuerde mi olor, un perfume, un rasgo.
Me entusiasma su sencillez. Es un pececito rosa. En doce días, un universo. 
Le acaricio las plantas de los pies, sus dedos se abren y se cierran. Busca con la boca, revolea las pupilas. Elijo el enterito del león, el de plush gris y se lo ponemos. Parece una estrella en el mar de la noche. 
No sé de la tristeza. 


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lunes, 20 de julio de 2015

Trescientos cuarenta y nueve: Lunes de primavera

Tengo una amiga nueva, o aún no sé. Tengo un libro nuevo de Billie Holiday. Parecen vacaciones pero no lo son para mí. Todo se encadena tan bien como la playlist de soul con el vino recién descorchado. Mientras me río sin parar pienso cómo voy a escribir que me río sin parar. Pedaleo sin parar no pienso, escuchó un tema sobre estar high. Me siento tan high. Es mediodía de calor de estufa. Es un lunes espectacular. Toda su espectacularidad me tiene el corazón zigzagueando. Tengo el cerebro drogado de mis propias sustancias. Pura entropía, son caballos cabalgando plena ciudad.
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domingo, 19 de julio de 2015

Trescientos cuarenta y ocho: Ser una extranjera

Hoy estaba en una esquina con sol, donde hay un bar, tomando un café en pocillo, leyendo uno de los libros de poesía recién comprados. Hacía mucho frío pero el sol, y la campera estaba en el auto y no quería ir por ella. Alguien se acerca, me dice: no te reconocí con el pelo largo, parecés extranjera. Pensé: quiero ser una extranjera para siempre, haciendo las cosas que se hacen en los viajes, viendo todo por primera vez. Vivir como un ritual, performar.
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sábado, 18 de julio de 2015

Trescientos cuarenta y siete: Quiero verte la cara

(A P.)
Hace doce no vivo donde viví diez antes de estos años. Al principio, eran las cartas, la esperanza de las cartas. Eran espaciadas pero cuando llegaban yo las leía y las releía hasta que se resquebrajaban. Luego las guardaba en una caja de zapatos donde todavía las conservo. Más tarde, fueron los mails, una reproducción intangible de las cartas, largos como ellas, llenos de detalles y anécdotas y besos y abrazos, te extraño. Eso también tuvo un ocaso. El teléfono siempre fue caro y yo siempre fui bastante jipi. Hubo un tiempo de mensajes cortos pero intensos y cada cumpleaños nos hablábamos por ocasión de natalicio. Por fin, decidiste comprarte una computadora y amigarte con el skype. Podemos pasar una, dos y hasta tres horas, mientras me unto las galletitas con queso mantecoso, a vos se te corta la luz pero seguimos hablando como si nada, puedo verte la pantalla en el reflejo de los anteojos. No puedo abrazarte pero te veo la cara. Puedo verte la cara incluso cuando tenés la luz cortada. Estás ahí, es como siempre, compartimos el espacio y te leo una crónica de De Caro y vos me pasas otra de psicoanálisis. Somos las mismas al calor de las máquinas.
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jueves, 16 de julio de 2015

Trescientos cuarenta y seis: Hay un gato en el hall

Sobre todo cuando duermo poco soy fácil. 
Hoy llegué de trabajar y al abrir la puerta del edificio donde vivo había un gato. Dice madre que tiene la carita como un damero naranja y negro. El gato estaba maullando en el hueco donde se guarda la manguera para incendios. Lo primero que atiné es abrir la puerta para que se fuera. Pensé que era un gato de calle que había entrado por azar. Pero al abrirla, no atinó a salir. Más bien, al abrir la puerta del ascensor atinó a meterse y el vecino que casualmente llegaba no me dio más opciones que mis propias ocurrencias. Entonces, subimos hasta el octavo piso y mi gata lo mal recibió. Entré a dar manotazos de ahogada, tratando de enviar a la criatura a otro destino que no fuera el propio, pero nadie pudo recibirlo. Ahí quedó. 
Yo me fui a dormir la siesta mientras la guerra se armaba en el living comedor. 
Mi gata no es nada simpática con vecinos de su misma especie. Mi sueño fue imposible en el revoleo de coletazos, las correteadas por el pasillo y otros intentos de la mafia chica de mi animal indómito. 
Justo cuando empezaba a conciliar con el mundo onírico, el timbre sonó. Vecina del sexto vino a reclamar su poder sobre el damero.
Quedamos a fin solas, mi gata y yo, ella se durmió, a mí me desveló el desatino. 

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martes, 14 de julio de 2015

Trescientos cuarenta y cinco: Tengo un bolso lleno de libros

Es difícil la medida. La medida es difícil para gente como yo tan que no se sabe bien qué, ni cuándo. Resultó ser que elegí tres libros para el viaje: dos de poesía y uno de relatos. Ya en el primer vuelo devoré. La poesía por suerte, se deja leer y releer y re-releer. Pero la novela es otra cosa.
Cuando llegó el mensaje de la aerolíneas que decía "Su vuelo saldrá una hora más tarde", manotazo de ahogado apareció de nuevo Schlink. Alemán, generación post-holocausto. Té, maicenita y en la cama vuelta y vuelta leí. Se veía más o menos grande, más o menos gordo. Leí. Padre me hizo unos mates y me dejó en el aeropuerto para emprender el regreso. Confitería, vuelta y vuelta leí. Y las horas fueron pasando hasta que el avión llegó y mi cabeza era un árbol enorme lleno de las palabras del alemán y yo miraba a los otros pasajeros y no podía entender muy bien porque todo mi árbol ocupaba el espacio, no me dejaba ver. Tenía miedo de que se acabara ahí. Contaba las páginas que me quedaban como si fueran hostias. Me reservé las últimas veinte mientras me entretenía viendo pibitos o el pasajero aquél que había tomado justo los mismos vuelos que yo. Él me miraba también y a su pantalla de celular. Me tomo muy poco terminar. En los asientos de al lado, había una pareja de años, tomándose las manos y retomándoselas. Tenía miedo de terminar. Miedo, no sé, nostalgia, una cosa parecida a la náusea. Hasta que vi el blanco. Al lado las nubes y el blanco de la hoja. Quería despertar a la señora de al lado para decirle mi angustia, mi felicidad, mi no sé, Quería volver a empezar, bajarme ahí, ir a comprar otro libro del alemán. Forcé la música, pero mi árbol seguía ahí.
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domingo, 12 de julio de 2015

Trescientos cuarenta y cuatro: Vuelta al pago sin golpear

Nieva en la cordillera. Dice madre que quizás esa nieve le ponga fin a la crisis hídrica.
Hace un frío de los que nunca y adentro las hornallas. Algo temiblemente mágico sucede. No creo que tenga que ver con lo anterior. P. dice "oleaje". Yo pienso en un ave fénix cada vez que paso tres días existencialista. Ella dice oleaje y yo siento un efecto dominó en la cabeza, una desestabilización y una epifanía al mismo tiempo. Una epifanía que es pura sensación, no pensamiento.  Esa conversación inicia una caída en cadena. Y el comienzo de una fe.

Fe en la poesía. La poesía de uno mismo y el mundo.
Volver como la nieve, el agua, el oleaje.
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miércoles, 8 de julio de 2015

Trescientos cuarenta y tres: Poeta

Una vez fui a una casa y alguien me mostró un librito muy pequeño con poesías y dibujos, transparencias. En ese momento, ese libro de bolsillo fue un oasis: hacía mucho que no leía ni escribía poesía, hacía mucho que no había poesía en mí. Agendé el nombre de la autora en una nota en el celular y bastante tiempo después decidí buscarla y escribirle. Le dije que su libro me había encontrado, que quería uno para mí porque aquél era prestado. Me propuso que nos encontráramos en un ciclo de poesía e intercambiáramos nuestros libros.
Hoy fui hasta allí. Tenía los mismos nervios que tuve en esa época en que conocía gente por chat y me encontraba para conocerla personalmente. Pero distinto. Yo estaba sola en una mesa y en otra mesa estaba todo el resto de la gente que sí se conocía. No quería mirar mucho para ver si ella estaba ahí y rogaba en silencio que ella me encontrara a mí y me hiciera las cosas más fáciles.
Entretanto, se acercó el mozo con la carta, yo dibujaba unas medusas con unos lápices que había sobre la mesa, y me dio la carta. Me pedí una pizza y una birra, sólo para mí.
Y en eso, ella se cruzo por delante y se presentó. Bajé unos kilos, digerí la entrada. Me dio su pequeño libro, yo le di el mío en una bolsa de papel madera, avergonzada. Hablamos un par de cosas y volvió al sitio de dónde había venido.
La poesía estaba ahí, en esa poética teatral.
Dos porciones de pizza apenas y me fui.
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martes, 7 de julio de 2015

Trescientos cuarenta y dos: Perdida en la traslación

(Cualquier similitud con film es pura casualidad)
Los martes son días largos, apenas tengo conciencia de mí. Parto tempranísimo para villaelisa, hago zapping en la radio hasta que llego a la oficina con un rompecabezas de noticias. Trabajo, trabajo, mate, mate, empanadas, trabajo, café. Me subo al auto de nuevo: manejo, manejo, manejo. Canto una de shakira que me sé, es del primer disco, yo tenía menos de 15 años. Canto a viva voz y quiero que los vecinos de los otros autos me vean gesticular.
Llego a 60, voy para Berisso. Nos desvían, está cortada. No sé el camino pero veo un 214 y lo sigo. Andamos cantidades. En un momento me distraigo y lo pierdo en un semáforo que no es recíproco. Lo veo irse. Sigo al cardumen que queda. Supongo que todos van para donde yo voy. No tengo mucha nafta, tampoco tengo cobre. Dudo, dudo, dudo, pero ahí voy. Me imagino haciendo señas al costado de una ruta desconocida. Y a lo lejos, aparece la Montevideo, la música.


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sábado, 4 de julio de 2015

Trescientos cuarenta y dos:

Hoy salí, plena final de Argentina. Estaban en tiempo suplementario. Me quedaba el tiempo contado. Salí y no había un alma.

A la única mujer que me cruce, tuve ganas de decirle: qué hermoso este silencio. Pero ninguna habló para no cagar el momento. Sé por sus ojos que ella sintió el diálogo.
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jueves, 2 de julio de 2015

Trescientos cuarenta y uno: Mi mundo está lleno de conversación

Hoy visité y discutí amablemente con mi psicóloga como buena anarco que soy, anarco de clase media. Le conté que mis problemas son producto de esta sociedad y después abrí el facebook y vi que alguna gente estaba horrorizada por lo que pasó en la UBA. Y pensé qué hipócritas. Me acordé que mi astrologa me dijo que yo vine al mundo a unir lo diferente. (Y eso es tan amplio) Yo estoy segura de algo, yo sé que vine al mundo a conversar, entre muchas otras cosas (algunos se horrorizan de lo diverso). Yo no me horrorizo, tengo la mente inquieta de novedad. Soy geminiana y vivo con otra geminiana insaciable de conversación. Todo eso, la UBA, que venga el futuro ya que estamos ansiando. El futuro que estamos ansiando. Las ansias. Presente continuo.
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miércoles, 1 de julio de 2015

Trescientos cuarenta: La cañería

Conozco mis ciclos. Sé que cuando empiezo a sentir angustia, se me hace un hueco en la boca del estómago que me saca el hambre. Así puedo estar uno, dos, tres días, a veces dura semanas. Pruebo tomando mis flores sucede que nada pasa. Tomo más dosis y nada.
Me siento bien, voy caminando creo que me viene el hambre de pronto pero cuando pienso en el almuerzo se crea el hueco. Me siento agujereada, baleada.
Un día como hoy, decido hacer yoga en casa. Me pongo la banda sonora del piano, estiro la colchoneta, arranco el saludo al sol. No anticipo consecuencias, sólo estoy ahí. Apenas acabo la serie, me siento frente a la ventana y el llanto asoma. Luego explota, se expande y expande creo que no va a terminar nunca hasta que lo hace. Y alivio, me sorbo las lágrimas, reciclo.
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