viernes, 9 de mayo de 2014

Doscientos noventa y ocho: La resonancia

La resonancia magnética puede ser la simulación del féretro o, si se la mira con optimismo, una buena instancia para practicar un acercamiento a la meditación.
Cuando el doc. recetó hacer resonancia magnética comencé a hacer los relevamientos pertinentes a cualquier práctica inicial: cómo es, cuánto dura, duele?
Y el relevamiento me arrojó este resultado: si estás ansioso, ni lo intentes. Pero yo no estaba ansiosa aunque soy ansiosa, estaba únicamente ansiosa en atravesar la experiencia del tubo blanco ruidoso. De cualquier modo, I. me dio el buen gusto de acompañarme en la hazaña. Iba preparada para la desnudez, pero me dijeron: dejate todo, sacate el metal. Y me explicaron cada pequeño paso y me senté en la camilla, me pasaron los auriculares, una goma para apretar si tenía miedo y me metieron al tubo. Y una vez allí, pensé casi toda mi vida. Porque veinte minutos es un montón para un ser vivo en un féretro. Replanteé prácticamente toda mi vida. De a intervalos, tomaba grandes bocanadas de aire, cuando venía el silencio y emergía la música de Enya en los oídos. Tuve ganas de apretar la goma varias veces y decir que los auriculares no sonaban bien, pero después pensé que todo eso me haría permanecer más tiempo en la quietud y pensé en el infinito blanco y en el infinito tiempo y en la infinitud de la vida en esos veinte minutos, pensé: cuando todo esto acabe voy a poder volver a bailar y mi mente bailó.
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